Ir al contenido principal

Realidad

                             


  
   No. No estoy preparada. En realidad no lo estoy para nada en la vida. Mejor dicho, ninguno lo estamos. No, no lo estamos. A pesar de pensar que sí una y otra vez. Cuando llega el momento, dolor. O sorpresa. O lágrimas. Y da lo mismo cuánto y de qué manera hayas estado preparándote para ese gran momento. Porque no servirá.
Nos empeñamos en perder el tiempo. Eso se nos da muy bien. Creándonos falsas expectativas, eso sobre todo. El ser humano es tan tonto... ¡perdemos el tiempo! Y la vida con ello, por cierto.

     Haces un examen. Te sale mal. Piensas que te ha salido mal y que vas a suspender, pero resulta que, cuando te dan la nota del suspenso totalmente esperado con anterioridad, inmediatamente te sientes mal. Joder, si sabías que ibas a suspender. ¿Qué esperabas? ¿Que un hada cogiera un bolígrafo y se pusiera a hacer tu examen de nuevo? ¿Que el 3 se pusiera al lado de un espejo convirtiéndose en un 8? Nada. Tú, a pesar de haber llevado a cabo el proceso de salir del examen y decir "voy a suspender", comienzas a creer en que las hadas existen, hasta que ¡PAM! La realidad te golpea. 

     La realidad. Eso que tanto nos cuesta y queremos evitar. ¿Y la muerte? ¿Qué hay de la muerte? Sabemos que moriremos pero, ahora mismo... ¿quién tiene miedo si no es el que se está muriendo y lo sabe? Vuelta a empezar los preparativos. Prepararnos para asumir. ¡Sorpresa! No asumiste nada. Solo creías que lo hacías por sentirte mejor, hacerlo más llevadero. Solo te mientes una y otra vez hasta que la realidad se muestra. Fría. Sin avisar. Que te da miedo hasta mirar. Que te lleva tiempo. La miras a los ojos y notas como mil agujas te atraviesan el alma. ¿Pero no estaba preparado? Que no joder, que nunca estamos preparados.

     No estamos preparados ni para lo bueno, qué vas a estarlo para lo malo. "Preparado", es decir, ya dispuesto para. Para nada. Que te digo que nunca se está preparado para asumir cosas que se ven venir. Resulta que parece que tienes veinte diotrías en cada ojo que hace que veas de un borroso que te cagas. Pero como si fuese efectivo, miramos para el otro lado. Creemos en hadas, en dioses, en duendes y en milagros. Para nunca así mirar lo que la realidad impone, lo que juega, porque odiamos perder. Todo el mundo odia perder, y ella siempre gana.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Unicornio

Quién tuviera la llave para quedarse a vivir en tu corazón, O en tu mente, En algún resquicio de ti, donde se esté calentito, eso sí. Hablamos muchas veces de madurez... Aprendí que una persona madura es aquella que no exige, sino que prefiere. ¿Tú exiges o prefieres? En realidad, solo podemos disfrutar de lo que podemos prescindir. Las malas noticias llegan solas, sin que hagas nada, Sin embargo, las buenas, solo les llegan a aquellos que se embarcan dispuestos a naufragar. Naufraga "X", mas nunca fracasarás. Porque el miedo es eso que te pasa cuando estás apunto de hacer lo que tienes que hacer. No puedes morir esperando a vivir. Necesito que sepas que me siento alguien si pienso en ti, Sentirse alguien es importante porque, normalmente, no siento ser nada. Pero estoy aquí, Estoy para la gente, Para quien me haga daño y para el que no. Eso me da igual. Estoy para ti, Para reír contigo, Para abrazarte, Para verte crecer como llevo

Educación

“Un lobo educado entre personas, sigue siendo un lobo. Un niño entre lobos, se comporta como un lobo.”                                           Un niño se comportará como un lobo, pero no cubrirá sus necesidades de ser humano como tal, teniendo carencias porque no es de la misma especie. Si educamos a un lobo o cualquier otro animal, le proporcionamos comida, refugio, y con eso tiene suficiente, nunca llegará a adquirir capacidades humanas dado que su cerebro no está desarrollado para ello. Los lobos no educan, el niño aprendería por imitación al verlos, quedándose estancado en sus capacidades básicas de supervivencia.

Efecto difuminado

En lo más profundo de su corazón, habitaban las flores más bonitas del Reino de Corazones. Ella no quería verlas, se daba la vuelta buscando un rincón donde apaciguar su soledad. Lágrimas caían en tierra oscura, y no había voz que quisiera oír ni escuchar. Creía gustarle la melodía del silencio. Un día, entre la oscuridad del reino, un hombre de arrugas marcadas determinadas por su edad, le tocó el hombro y dijo:          - "¿Qué haces aquí tan sola, en el Reino de Corazones, donde las flores son nuestra alegría, felicidad y también nuestra compañía?" - "No quiero ni alegría, ni felicidad. Tampoco compañía. Prefiero estar aquí, mis lágrimas marchitarían las flores y desaparecería el Reino." Respondió ella. El viejo sonrió y levantándose, añadió: - "¿Sabes de dónde sale lo más valioso de nuestro reinado? De lágrimas valientes pertenecientes a luchas internas, de la calma y la paciencia que eso exige y de ojos esmeralda llenos de esperanza.  Cuando